Viajando con mi amigo Ariel Barmasch por Chiang Mai, mientras buscábamos sacarle una buena foto a un elefante dimos con esta mujer tallada.
Escapando del gobierno Birmano que las perseguía con el objetivo de terminar con la tradición de estirar los cuellos con aros de latón, las tribus Karen llegaron al norte de Tailandia donde viven en la selva elaborando telas artesanales con telares y tallando pequeñas estatuas .
Si el lector quiere recordar esta historia romántica y fantasiosa debe dejar de leer cuando termine esta misma oración.
Realizada la aclaración anterior paso a contarles que estas mujeres cumplen horario de oficina para que los turistas las puedan ver, fotografiar y comprarles telas que confeccionan artesanalmente.
Me vi en la encrucijada de sumarme o no tomar ninguna foto, porque la situación me parecía como mínimo cuestionable.
Hable con alguien de la zona y me enteré que las tribus están llegando a su fin, porque las nenas de 5 años, edad en la que debería iniciarse el ritual se niegan a colocarse los aros porque las discriminan en el colegio donde asisten junto a otras etnias. Con previa autorización y no sin algo de egoísmo que descubro ahora mientras escribo decidí que formen parte de las fotos que me quería guardar. Sinceramente desconozco si son una de las tribus que piensan que cuando una persona es fotografiada su alma le es robada, pero me gustaría pensar que al menos algún segundo les robé, y al menos dentro de mi museo de monoambiente digital quedaron inmortalizadas.
Espero con el tiempo olvidarme la historia real y recordar a la tribu Karen con la misma cara de paz que tiene la estatua tallada que guardo junto con las fotos.